Sobre el sentido de la existencia. Parte III
Terminaremos el siglo XIX
haciéndole una especial mención al vitalismo, dada la amplitud del movimiento
en todas las esferas del saber humano. Pero sobre todo porque implica un nuevo
cambio a la hora de pensar en la sentimentalidad.
Como los movimientos
filosóficos no se componen de acontecimientos perfectamente delimitados,
queremos aprovechar para hacer aquí un inciso sobre el tratamiento cronológico
que hacemos en este trabajo. Es mucho más interesante poder conectar los
movimientos filosóficos con su época antes que con unas fechas concretas, ya
que la filosofía responde a las necesidades de la humanidad, pero no de forma
directa.
Ya lo hemos visto con los
ilustrados y los románticos. Sus pensamientos estaban conectados con los
grandes acontecimientos que se estaban viviendo en el viejo continente, pero no
remitían a ellos de forma directa, sino que plantean una respuesta filosófica
ante la condición humana ¿Qué quiere decir esto? Que cuando un ilustrado usaba
la Razón para ponerla en el sitio de Dios no estaba pensando en que tal
respuesta era una condición histórica, sino que lo hacía pensando en la
universalidad de su argumentación. Así, cuando un romántico daba importancia a
la Edad Media como lugar ideal donde evadirse, no se planteaba que su
razonamiento fuera más estético que histórico, con el consiguiente marcaje
ideológico que indicaba. La condición histórica de todos los pensamientos era
algo que estaba ahí, solo que, de forma borrosa, por lo que aún no estaba
siendo reflexionada como tal. Tal reflexión nos llega hasta ahora, con los
vitalismos.
Y acabando con nuestra
introducción, ahora vamos a centrarnos en la pregunta de por qué nos interesa
explicarlo. La importancia del vitalismo será la de explicar la línea de
continuidad que vamos a trazar desde el momento de las revoluciones hasta el
momento de las guerras mundiales. Lo que se ha quedado en llamar el siglo
aburrido, que va desde 1815 hasta 1915. En estos años, las oposiciones más
radicales entre ilustrados y románticos se suavizan y permiten hacer una
filosofía que aúna partes de los dos movimientos, pero actualizando nuevas
dudas.
Definimos vitalismo como un
nuevo movimiento filosófico que se caracteriza por la exaltación de la
vitalidad, la energía que hace que la vida merezca pena ser vivida, como tema
principal. La vida se califica como la realidad principal. Ahora bien, cada
autor definirá la vida según una concepción propia.
1. Cuál es su origen
Encontramos el origen de la
doctrina en el continente europeo. Como reacción al positivismo cientificista,
que proponía que el único acceso a la verdad solo podía darse a través de la
ciencia. Esta confianza plena en los principios y resultados de la
investigación científica y práctica rigurosa de sus métodos quería ser aplicada
por los positivistas en todos los ámbitos de la vida, tanto el intelectual como
el moral.
2. Sobre qué trata el vitalismo
Como ya avanzamos en la
introducción, los vitalistas serán los primeros que comiencen a pensar en la
filosofía como doctrina histórica. La filosofía vitalista comienza a entender
la realidad como proceso. La libertad es no sólo característica de la voluntad,
como lo podía ser para los románticos, sino esencia del ser humano.
Además, se abandona el concepto tradicional de razón, como la concebían los
ilustrados, para considerar la razón como vital (que le da explicación a un
individuo) o histórica (donde se le da una narración a un proceso histórico).
Por estas razones, el vitalismo exaltará las siguientes características:
- La vida como realidad radical. Con esto lo que queremos
resaltar es la radicalidad en sus dos acepciones: aquella que dice que la
radicalidad es lo que afecta completamente la parte fundamental de algo y
la que va a la raíz, como nos explicaba Ortega.
- Ontológicamente, es decir, con respecto al ser en general y en
sus particularidades, la vida es lo sustancial del ser
humano. Lo que va a definir al ser humano en sus generalidades, como en
sus particularidades, va a ser ante todo la vitalidad.
- Gnoseológicamente, es decir, con respecto al conocimiento, se prima la
intuición y la vivencia por encima del razonamiento. Más que
razonar sobre las cosas hay que tener experiencias vitales de ellas o con
ellas para conocerlas realmente.
- Axiológicamente, es decir, sobre los valores de lo bueno y lo
malo, no hay otro criterio para jerarquizarlos más que la vida.
No podemos juzgar con valores que no corresponden a nuestra
particularidad. Por tanto, la idea clásica de desarrollar un bien externo
a las causas y universal queda vetada.
Por último, vamos a hacer dos
apuntes. El primero, referido a cómo debemos entender la vida. No se trata tan
solo de una definición bilógica, sino que alcanza algo más allá: del modo
más amplio posible. La razón y la ciencia no son suficientes para saciar todas
las aspiraciones humanas. Es por ello que tras la razón que usamos para
convivir de forma civilizada, debemos concebir algo irracional que nos sea más
importante, más edificante. Esto irracional constituirá una voluntad única, que
se esforzará en dar explicación al mundo que habitamos y en el que necesitamos sentirnos
vivos de una forma plena.
Diferentes tipos de vitalismo
El vitalismo tiene dos
principales manifestaciones.
La primera de carácter
científico, al que llamaremos vitalismo biológico, cuyo principal
portavoz es Hans Driesch, según la cual es reacción contra el mecanicismo
materialista que propugna la reductibilidad de lo vivo a los procesos
físico-químicos de la materia inerte. Postula la existencia necesaria de un
principio vital ajeno a la materia que explica los complicados fenómenos de lo
viviente.
La segunda manifestación es de
carácter filosófico, y lo llamaremos vitalismo biográfico. A ésta se
debe que la filosofía consiguiera alejarse de las "intromisiones
científicas" sobre todo de las físicas; precisamente por remarcar el
carácter diferenciado de las realidades vitales no susceptibles de un
tratamiento sólo matemático.
3. Importancia histórica del
movimiento
Como reacción del positivismo
reduccionista, muchas de las posiciones vitalistas siguen estando hoy en pleno
siglo XXI muy en boga. Así, por ejemplo, corrientes políticas como el
neomaltusianismo (que considera que el exceso de población humana debe ser
reducido de manera artificial) o el darwinismo social (donde se aplica la
teoría del científico de la evolución a la idea de lucha social), sus
presupuestos científicos no justifican su utilización como teorías sociales.
Además de todo esto, el
vitalismo ha sido confundido con una “defensa de la vida”. Si bien podemos
entender como la ecología, en tanto que se tiene conciencia vital y cuidado del
ecosistema sí que está cerca de los planteamientos vitalistas, no podemos decir
lo mismo de otros movimientos, como por ejemplo el animalismo, el
antiabortismo, el pacifismo o el vegetarianismo. No se trata de defender la
vida de todos los seres vivos, sino más bien de hacer una defensa de la
vitalidad.
4. Tratamiento que se le da a
las pasiones en general
Para hablar concretamente de
las pasiones vamos a coger la postura de Nietzsche, el que podemos considerar
el más prolífico de todo el movimiento vitalista y a la vez el que más fuera
está de cualquier categoría.
Muy cercano al Romanticismo,
Nietzsche propugnará una ética de las pasiones para combatir la infelicidad. El
filósofo alemán reconoce en la tradición europea una equivocación que se viene
dando desde los años de Platón: confundir la naturaleza del hombre con su
aspiración a negarse a sí mismo. Cuando se le niega al hombre sus instintos, se
le niega su naturaleza. Nos encontramos ante un autor de espíritu trágico, que
en alguna de sus obras da la impresión de asumir el papel de profeta de la
destrucción de la cultura europea. Para exponer brevemente su idea sobre las
pasiones, hablaremos sobre lo que pensaba el filósofo alemán acerca de
reprimirlas:
Cuando
alguien continuamente se prohíbe a sí mismo la expresión de las pasiones, como
algo que ha de dejarse a los seres “vulgares”, toscos, burgueses, campesinos-
por tanto, cuando no se quiere reprimir la pasión como tal, sino solo su
lenguaje y su gesto-, se consigue como resultado precisamente lo que no se
desea: la represión de la propia pasión o por lo menos su debilitamiento y
transformación. Así es como se vivió de manera ejemplar en la corte de Luis XIV
y en todo lo que dependía de ella. La sociedad de la época siguiente, educada
en la represión de la expresión, carecía de las pasiones mismas, y poseía en su
lugar un carácter agradable, superficial, juguetón- una época afectada por la
incapacidad de ser descortés, a tal punto que incluso una ofensa no era
admitida ni rechazada más que con palabras amables. Puede que nuestro presente
ofrezca el más asombroso contraste con ella: veo en todas partes, en la vida y
en el teatro y no menos en todo lo que se escribe cierta satisfacción en todos
los groseros arrebatos y gestos de a pasión – hoy en día se exige un cierto
convencionalismo de lo pasional, ¡pero no la pasión misma! A pesar de ello, un
día, finalmente, se la alcanzará y nuestros descendientes se caracterizarán por
poseer un salvajismo real, no solo por un salvajismo y una rebeldía meramente
formales. (Nietzsche, 2010, 374)
5. Qué piensan del aburrimiento
en concreto
Como hemos visto, Nietzsche
entendía que las pasiones podían ocultarse, reprimirse o estilizarse. Pero para
él, debíamos ser lo suficientemente valientes para vivir con nuestras pasiones
reales, las que nos permitirían ser de un salvajismo real. Para vivir hay que
ser valiente. Pero ¿qué significa vivir?
Derribar continuamente algo de
uno mismo que quiere morir; vivir, esto significa: ser cruel e implacable
contra todo lo que se vuelve viejo y débil dentro de nosotros. (Nietzsche,
2010, 361)
Todas las debilidades humanas
son aquellas que nos hacen que acabemos por dejarnos llevar por lo que no
nos apasiona. Cuando algo no nos apasiona nos aliena, es decir, nos hace
olvidarnos de la esencia de estar vivos, que es sentirlo. El aburrimiento es
necesario porque necesitamos los altibajos para sentir. Esto es porque la vida
que emociona y que recuerda que está viva lo hace en el tiempo. Y el tiempo no
puede dejar de ser a veces, simplemente, espera.
11. Bibliografía
Barrios, M. (2001),
Narrar
el abismo,
Valencia, Pretextos
Ibáñez Fanés, J.
(2016), El
reverso de la historia,
Barcelona, Calambur
Marías, J. (1957),
Historia
de la filosofía,
Madrid, Revista de Occidente
Nietzsche, F., 2010,
Nietzsche
I. El nacimiento de la tragedia · El caminante y su sombra · La
ciencia jovial,
Madrid, Gredos.
Ficha para casa del vitalismo.
“Trabajo y aburrimiento. -Lo
que identifica a todos los hombres de los países civilizados es su necesidad de
buscar trabajo para ganar un salario; para todos ellos el trabajo es un medio y
no un fin en sí mismo; ésta es la razón de que sean poco sutiles en la elección
del trabajo, siempre y cuando se les pague bien. Ahora bien, son muy raros los
hombres que prefieren perecer antes que trabajar a disgusto alguno en su
trabajo: éstos son los hombres selectivos, difíciles de satisfacer, a los que
no les vale una buena paga, si el trabajo en sí mismo no es la mayor ganancia
de todas. A esta escasa especie de hombres pertenecen los artistas y
contemplativos de todo tipo, pero también esos ociosos que pasan su vida
dedicándose a la caza, a los viajes, a hacer la corte, y a las aventuras. Todos
ellos quieren trabajo y pena, con tal que estén unidos al placer, y buscan
hasta el trabajo más difícil y duro si es necesario. Si no sucede eso, son de
una decidida indolencia, aun cuando a esta indolencia pueda vincularse el
empobrecimiento, el deshonor, peligros de la salud y de la vida. Ellos no temen
tanto al aburrimiento como al trabajo a disgusto: en efecto necesitan mucho
aburrimiento si han de tener éxito en su trabajo. Para el pensador y para todos
los espíritus sensibles, el aburrimiento representa esa desagradable “calma
chicha” que precede al viaje afortunado y a los vientos alegres; tiene que
soportarlo, ¡tiene que esperar que produzca en él un efecto -eso es
precisamente lo que las naturalezas más insignificantes jamás pueden conseguir
de sí mismas! Ahuyentar de si el aburrimiento a toda costa es vulgar, como
también es vulgar trabajar a disgusto. Tal vez el asiático se distingue del
europeo de que es capaz de experimentar una tranquilidad más larga y profunda
que este; incluso sus narcóticos actúan más lentamente y requieren paciencia,
al contrario del fastidioso carácter repentino del veneno europeo: el alcohol.”
Nietzsche, La ciencia jovial
Según lo que escribe aquí
Nietzsche ¿cómo es el trabajo ideal para una persona que quiere algo más
que el salario? ¿Qué es lo que no tolera? ¿Y qué es lo que tolera? ¿Por
qué?

Pandora y el gato, by Paula Ortega Soto is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 4.0 Internacional License.

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